PhiN 79/2017: 92 Juan Moreno Burgos (Regensburg/Landshut) Un análisis renovado sobre verbos estativosA renewed approach to stative verbs 1 IntroducciónEl fenómeno de la estatividad constituye un objeto de estudio cuyas fronteras no siempre aparecen delimitadas de una manera precisa, alimentando una controversia acerca de cuáles son las características que propiamente la definen. Los estudios aspectuales, que desde Vendler (1957) se han ido sucediendo de manera constante, constituyen un marco teórico bastante recurrente. Sin embargo, y a pesar de esas innumerables contribuciones, todavía no se ha llegado a la unanimidad necesaria para entender la complejidad del asunto, debido en parte a que se siguen arrastrando notables prejuicios. Entre ellos, el más comúnmente aceptado de que los estados se extienden a lo largo del tiempo. De este modo, y partiendo de los verbos ser y estar como los principales representantes de la estatividad, no es menos que sorprendente que aún hoy en día se siga describiendo a ambos en función de una mayor o menor duración. Podemos esgrimir los siguientes argumentos en contra de la citada duratividad:
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En este artículo estableceremos una diferencia básica entre ser y estar partiendo de la teoría de Carlson (1978), pero renunciando a denominaciones como las de verbo copulativo3: explicaremos que el primero de ellos establece una relación entre entidades, mientras que el segundo supone originalmente una relación entre una entidad y un lugar. A partir de esta información locativa surge por extensión otra de tipo atributivo, como observamos en ejemplos como estar cansado. Debemos indicar que un análisis adecuado del fenómeno conlleva no sólo el estudio de ser y estar, sino también de los elementos léxicos que los acompañan, ya que el significado de los mismos determina en gran medida su combinación con dichos verbos. En este sentido, el criterio formal no es menos importante a la hora de establecer un vínculo con la semántica verbal: los adjetivos participiales suponen la expresión de un componente de tipo aspectual que aparece explicitado mediante estar. En el caso de los no-participiales, consideraremos que el uso de este mismo verbo constituye, sin embargo, un mecanismo para restringir el contenido de verdad de las oraciones formuladas con el verbo ser; a su vez, esto puede derivar en interpretaciones de tipo pragmático relacionadas con el cambio. Nuestro trabajo estará por tanto organizado de esta manera: en el apartado que sigue describiremos las propiedades aspectuales de los verbos estativos para centrarnos a continuación en la distribución de ser y estar. En el último apartado desarrollaremos el grueso de nuestra aportación: relacionaremos a dichos predicados con la modalidad epistémica, llamaremos la atención sobre la importancia del fenómeno de la polisemia y cerraremos el artículo con una exposición metodológica de los datos presentados. |
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2 La descripción de los estados2.1 Los diferentes tipos de predicadosAl abordar el estudio de la categoría verbal se hace necesario distinguir entre tres nociones: aspecto verbal, aspecto gramatical y tiempo gramatical. Mientras que las dos últimas están ligadas a la información que viene dada mediante la flexión4, la primera de ellas debe ser entendida como una característica inherente a los predicados. Esto es, por decirlo de una manera simple, partimos de las propiedades de los verbos en infinitivo. Desde Vendler (1957) se ha venido haciendo la siguiente clasificación: estados (durativos y atélicos), actividades (durativas y atélicas), realizaciones (durativas y télicas), logros (puntuales y télicos). A estos les ha añadido Smith (1991) y Bertinetto (1986) una quinta clase: los semelfactivos (puntuales y atélicos). Mediante el término duratividad se hace referencia a la capacidad de expresar evolución dinámica; mediante el término telicidad se considera el hecho de poder explicitar un nuevo estado de cosas5. Así, por ejemplo, escribir un libro implica un nuevo objeto en el mundo real, mientras que ir a Madrid supone un cambio de localización, en el que se alcanza el lugar designado. Ahora bien, a pesar de que existe una cantidad notable de estudios posvendlerianos, en la mayoría de ellos no se cuestionan los supuestos más problemáticos. A saber: la proclamada duratividad de los estados y el carácter puntual de logros y semelfactivos. De esta manera, se hace necesario distinguir entre dos grandes grupos de predicados: los estados y el resto (actividades, realizaciones, logros y semelfactivos), a los que denominaremos eventos. La característica que los define es, respectivamente, la ausencia o presencia de dinamicidad. Dicha propiedad no debe sin embargo confundirse con el tiempo extralingüístico: no se trata de que los eventos se desarrollen en el tiempo, sino que los eventos son "tiempo" en sí mismos. Esta confusión viene dada a partir de la observación de complementos temporales como los de duración: leer el periódico durante dos horas significa aportar información sobre la manera en la que conceptualizamos el mundo real; esto es, mediante una convención basada en los calendarios: días, horas, minutos, segundos, etc. Lingüísticamente, no hay diferencia alguna entre el complemento aludido y otro como (leer el periódico) durante cinco minutos: lo que se hace es acotar un periodo a partir de dos puntos de referencia en los cuales la predicación leer es verdad. En relación a la temporalidad no podemos pasar por alto la llamada teoría subeventiva de Pustejovsky (1991), profundizada por Moreno Cabrera (2003). Mediante esta, se llega a la conclusión de que los eventos están formados por unidades más pequeñas y nucleares: los estados. Así, un predicado télico como ir a Madrid puede ser descrito de la siguiente manera6: |
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Figura 1. Dinamicidad a partir de un evento télico. Para dar cuenta de la dinamicidad lo relevante es la relación entre una entidad7 y un espacio locativo, dado que, como indica Carlson (1978), una misma entidad no puede encontrarse en dos lugares diferentes a la vez. De este modo, las especificaciones horarias no son relevantes para el aspecto léxico, sino más bien para el tiempo gramatical: si decimos Juan estuvo tres horas en Madrid estamos situando dos puntos en relación de anterioridad con el momento del habla. Esto a su vez posee ciertas implicaciones para el aspecto gramatical en las que aquí no entraremos8. Conforme al principio de economía lingüística, que se basa en dar cuenta del mayor número de posibilidades con el menor número de recursos, se explica en Moreno Burgos (2014a: 352–356) que los eventos constan únicamente de dos estados. Al pensar en la graduabilidad de las situaciones (estar casi en Madrid) estarían entrando en juego condicionantes de tipo pragmático introducidos por operadores específicos, como el adverbio casi. Como vemos, los estados de tipo locativo se corresponden con el verbo estar. Sin embargo, la estatividad se expresa también a través del verbo ser. A continuación nos centraremos en todo ello. 2.2 La atemporalidad de los estadosLos verbos ser y estar no son los únicos verbos estativos; sin embargo, constituyen un paradigma en torno al cual se agrupa el resto de predicados que poseen las mismas características: vivir, amar, tener, gustar, encontrarse, residir, etc. No es nuestro objetivo realizar un inventario detallado de los mismos; sobre todo porque hay que considerar que el aspecto imperfectivo desempeña aquí una función importante: posee la propiedad de transformar a eventos en estados. |
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Pensemos por ejemplo en el predicado comer verdura: se puede decir que Juan comió ayer verdura o que Juan sólo comía verdura, pero sólo este último equivaldría a "Juan era vegetariano". Para realizar un análisis de ambos verbos, opinamos que lo más apropiado es servirse de las tesis de Carlson (1978), quien distingue entre el nivel de los individuos (individual-level) y el nivel de los estadios (stage-level)9. Mostraremos cómo, a pesar de no tratarse de un estudio sobre la estatividad en español, sus ideas se acomodan con rigor a la idea que defendemos en este trabajo: los estados son atemporales. Como hemos explicado anteriormente, el nivel de los estadios relaciona originalmente a una entidad con un lugar. Por extensión, se llega también a los estadios atributivos. Aplicado a la figura 1, se trata de considerar sólo una parte del esquema eventivo, lo cual será representado a continuación mediante una parte sombreada: Figura 2. Los estadios {locativos/ atributivos}. El carácter atemporal de estos estados es conceptualizada de una manera muy sencilla: la dinamicidad requiere una estructura compleja formada por dos componentes, pero la estatividad sólo ofrece uno de ellos. Una característica de los estadios atributivos es que sólo están relacionados con eventos télicos, lo cual constituye una base metodológica muy valiosa para fundamentar las explicaciones posteriores. En la siguiente tabla encontramos una lista no cerrada de este tipo de estados atributivos: Figura 3. Relación entre telicidad y estatividad. |
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La particularidad que une a todos los estadios atributivos es que constituyen formas participiales del verbo correspondiente11. Observemos ahora los ejemplos siguientes:
Vemos que en este caso no encontramos ningún participio, sino que los predicados estativos son enfermo y lleno, respectivamente. Es lo que denomina Bosque Muñoz (1990) participios truncos. Se trata de adjetivos que no pueden funcionar en la lengua actual como participios: *El entrenador ha enfermo, *El público ha lleno el teatro. En este sentido, constituyen formas mucho más restringidas que los propios participios, los cuales sí contemplan esta doble posibilidad. Esto es, las oraciones anteriores podrían haber sido reformuladas como:
Cierto es que resultan un tanto anómalas a oídos de un hablante nativo, pero esto no significa que estemos ante oraciones agramaticales. La razón de esta anomalía reside en la competencia léxica del hablante, quien es consciente de que algunos de los predicados télicos forman las correspondientes formas estativas a partir de participios truncos. Otros ejemplos serían vacío, harto, limpio, sucio o borracho13. Pasemos ahora a describir el nivel de los individuos. Para ello debemos preguntarnos por qué estamos habilitados a considerar "atemporales" a este tipo de estados. Observemos el siguiente ejemplo:
Según la teoría de Carlson (1978) lo que se hace aquí es poner el relación a una entidad con una clase, lo cual en los ejemplos propuestos se traduce como sigue: "el P3B Orion pertenece al grupo de los aviones" y "Julián pertenece al grupo de los madrileños", respectivamente. |
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Siguiendo a Lamíquiz (1991) denominaremos ejemplar a cada uno de estos miembros. A partir de esto, lo reflejaremos gráficamente de la siguiente manera: Figura 4. La clase y los ejemplares según Carlson (1978: 69) y Lamíquiz (1991: 35). Si anteriormente hemos dicho que la temporalidad se conceptualiza a partir de criterios cuantitativos (la suma de varios estadios14), la relación de pertenencia aludida supone aplicar criterios meramente cualitativos, en los que el desarrollo dinámico no se encuentra operativo. Aunque el fin último de este trabajo será reflexionar únicamente sobre la estatividad de un único ejemplar (en sí mismo o en relación a un grupo concreto), debemos indicar que las propiedades estativas de una clase (esto es, de todos los ejemplares en conjunto) sólo pueden ser expresadas a partir del verbo ser. Es lo que se conoce como genericidad15. 3 La alternancia de los verbos ser y estar3.1 Distribución generalAl estudiar la distribución de los verbos ser y estar se puede establecer una perspectiva tipológica como punto de partida. Se trata del hecho de que los sustantivos sólo se combinan con el verbo ser, mientras que otras categorías léxicas permiten una doble posibilidad (ser/ estar)16. Lógicamente esta constatación no daría cuenta del fenómeno en su totalidad; sin embargo, allana el camino de un modo considerable. |
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Basándonos en la teoría de Carlson (1978) expuesta arriba, podemos comprobar fácilmente que los sustantivos se refieren a entidades del mundo real, las cuales son presentadas en un grupo formado por diferentes integrantes. Los adjetivos suponen el gran reto, ya que pueden combinar tanto con ser como con estar; de ellos nos ocuparemos en este artículo, adoptando un punto de vista semántico. Es necesario aclarar que no todos los adjetivos presentan la misma versatilidad: los hay que se combinan sólo con ser (ejemplo 6), los hay que se combinan sólo con estar (ejemplos 1 y 2) y los hay que se combinan con ambos, como veremos más adelante17. Debemos hacer una mención especial a adjetivos denominales como sediento, hambriento o rabioso, los cuales se pueden parafrasear de la siguiente manera: estar con {sed/ hambre/ rabia}. Como observamos, en estos casos se conceptualiza una relación similar a la que encontramos en secuencias como Juan está con Ana. Las carencias de la perspectiva tipológica quedan de manifiesto si observamos las diferentes lecturas que se obtienen en los casos en los que aparece una preposición: mientras que la preposición en exige el verbo estar cuando introduce complementos locativos (estar en Madrid)18, constatamos que no ocurre lo mismo con la preposición de. Véase el siguiente ejemplo:
Efectivamente, de una manera similar a lo que ocurría en el ejemplo (6), aquí se está estableciendo una relación entre una entidad y una clase. Tenemos que indicar que dicha relación se conceptualiza partitivamente; esto es, en función del todo con respecto a la parte. En este caso concreto se trata de la adscripción de una persona a una población, la cual constituye en definitiva un concepto colectivo. Este valor semántico primigenio es interpretado desde el valor de la "procedencia", como lo prueba el hecho de que también se pueda aplicar a sujetos no personales (p.e. las naranjas son de Valencia). A partir de aquí se llega a otros significados derivados, como vemos a continuación:
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En ambos casos se trata de otorgar una variable diferente al complemento que introduce la preposición de, ya que en esta ocasión remiten a un material y a un referente humano, respectivamente. En el segundo de los ejemplos, se llega por consiguiente al valor de "posesión". Concluiremos con los adverbios, demostrando que de nuevo aquí existe una doble posibilidad. Debemos indicar que, según lo esperable, el verbo estar aparece en combinación con los de naturaleza locativa: aquí, allí, lejos, cerca, etc. En lo relativo a los adverbios bien y mal constatamos un componente pragmático, mediante el cual el hablante evalúa sus impresiones a partir de criterios subjetivos. De este modo, a estar bien se le asigna un esquema equivalente al que le proporcionan adjetivos como alegre, contento, feliz o motivado; mientras que estar mal se relaciona más bien con enfermo, triste o cansado. Efectivamente, la percepción acerca de lo positivo y lo negativo puede variar de una persona a otra. Observemos ahora este último ejemplo:
En este caso, no se trata de considerar las propiedades que se le asignan a un determinado deporte, sino más bien de reafirmar el contenido de verdad de la proposición que se acaba de enunciar: es como lo cuento; es verdad lo que cuento. 3.2 La doble posibilidadComo hemos avanzado, para nuestro análisis nos centraremos exclusivamente en los adjetivos. La dificultad de realizar una teoría descriptiva eficaz reside en el hecho de que un mismo adjetivo puede combinarse tanto con ser como con estar. Como observamos en los siguientes ejemplos:
En efecto, el hecho de que adjetivos como gordo permitan una doble posibilidad combinatoria ha motivado la publicación de numerosos trabajos, en los cuales se pretende desentrañar la motivación de este fenómeno. Falk (1979: 60) hace una lista de los criterios que se podrían aducir, así como los autores correspondientes (para la bibliografía remitimos a la obra citada): |
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Figura 5. Diferencias entre ser y estar según la bibliografía (Falk 1979: 60). Uno de los criterios más empleados es el de la oposición permanente/ no permanente19. Esta argumentación remite al falso a priori de que los estados son durativos, opinión que nosotros no compartimos20. Por otro lado, la cuestión de la inmutabilidad de ciertos estados no se sostiene al aplicar criterios meramente temporales, ya que si esto fuera así, quedaría sin explicar por qué estos son compatibles con las formas perfectivas: Mi padre fue muy listo aquel día (Cf. Moreno Burgos 2014b). Recordemos que nuestro postulado es que la temporalidad, relacionada directamente con los eventos, debe ser descrita en términos cuantitativos; la estatividad de verbos como ser, en términos cualitativos. Esto equivale a considerar el contenido de verdad de las proposiciones con respecto al momento del habla (cf. Lyons 1977). Pensemos en la oración Mi padre es listo; lo representaremos de la siguiente manera: Figura 6. Contenido de verdad del verbo ser. |
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En efecto, con esto pretendemos trasladar la idea de que el decir "es listo" implica forzosamente que el sujeto de la predicación "era listo" (y no a la inversa: "era listo" no implica necesariamente "es listo"). Observamos que tanto los eventos (Juan llegó a las tres) como los estados con estar (léxicos: Ahora mismo está en casa; o no léxicos: A las tres ya habré llegado) implican un único anclaje en un punto del pasado, del presente o del futuro; mientras que en el caso de los estados del nivel de los individuos se trata de la veracidad de un predicado en relación a dos puntos vagamente referenciales, lo cual no puede ser considerado como anclaje. Es lo que llamaremos periodo de aplicación21. El siguiente de los criterios es considerar que el verbo ser remite al carácter "inherente" de las propiedades predicadas, mientras que el verbo estar se referiría a lo "contingente". Esta argumentación nos plantea la problemática de que se hace previamente necesario aclarar qué es lo que se entiende bajo esos conceptos. Al mencionar la palabra inherencia, parece pensarse en cosas como La nieve es blanca o La hierba es verde; sin embargo, no parece estar muy claro a qué nos referimos al decir Juan es viudo. ¿Se supone que deberíamos pensar en una característica congénita? Díaz Rodríguez & Yagüe Barredo (2015: 633) analizan el fenómeno desde otra perspectiva, lo cual implica a fin de cuentas un nuevo caso de opacidad terminológica: estos autores hablan de "identidad" en relación al verbo ser y de "circunstancia" con relación a estar. Esto nos lleva a análisis contraintuitivos si pensamos, por ejemplo, en enunciados como Fumar es malo para la salud. ¿Realmente se podría hablar aquí de la "identidad" de fumar? En este caso sería más apropiado decantarse por el término equivalencia (fumar = malo para la salud); sin embargo, el sustituir a una denominación por otra tampoco supone un avance en la teoría general, ya que nos sitúa en la disyuntiva de la que partimos: la formulación "Juan = amable" no sólo sería extensible a Juan es amable, sino también a Juan está amable. Este es el segundo punto en el que flaquea la teoría de Díaz Rodríguez & Yagüe Barredo (2015: 637), ya que consideran que "el verbo estar expresa informaciones que no corresponden a la identidad". Y ofrecen un ejemplo como el siguiente: Estás guapísima y muy elegante con ese vestido. En efecto, partiendo de esta base sólo se puede llegar a la conclusión que el sujeto de la predicación remite a una persona que ha de ser necesariamente fea; sin embargo, esto es de nuevo contraintuitivo. El problema de base se sitúa en que es necesario definir previamente qué es un estado y, posteriormente, establecer distinciones entre ser y estar22. Como ya hemos dicho, nosotros consideramos a la totalidad de los estados como atemporales. No obstante, según lo dicho hasta ahora, esta concepción difiere notablemente de una de las acepciones que aparece en la figura 5 y que proviene de Navas Ruiz (1963: 148). Este autor se refiere más bien a la "inmutabilidad" de ciertas propiedades, la cual sólo es puesta en relación con el verbo ser. |
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Esto está emparentado con otro de los criterios esgrimidos arriba: la no susceptibilidad del cambio. El problema de esta hipótesis es que, así formulada, excluye la consabida compatibilidad de los estados con las formas perfectivas. El verbo estar, por su parte, remitiría según Navas Ruiz (1963: 149) a una "duración temporal dentro de la cual va implícita la noción de mutabilidad, de cambio". El siguiente criterio es el que enfrenta los términos de la dicotomía "imperfectivo/ perfectivo". En esta línea se encuentran autores como Porroche Ballesteros (1990), Bosque Muñoz (1990) o Luján (1981). Se trata de establecer, como nosotros hemos hecho arriba (cf. figura 3), una relación entre un evento y un estado; sin embargo, deben hacerse dos observaciones. En primer lugar, puede llevar a una confusión terminológica, ya que nos hace pensar en el aspecto gramatical y no en el léxico: en lugar de perfectividad, nosotros hemos optado por hablar de telicidad. En segundo lugar, se trata de una descripción parcial del fenómeno, ya que en el caso de estar sólo es aplicable a los adjetivos deverbales. Por esta misma razón se hace necesario justificar el empleo del término resultativo en relación a adjetivos como rojo23, ya que todo parece indicar que se trata simplemente de una interpretación pragmática. Otro de los criterios más socorridos es el que se articula en torno al par "objetivo/ subjetivo". Esto aparece descrito en Falk (1979) bajo la denominación de norma general/ norma individual, respectivamente. A saber, cuando decimos Ana es guapa estamos expresando la opinión compartida por una colectividad, en función de unas propiedades socialmente establecidas; mientras que al decir Ana está guapa estamos emitiendo nuestra opinión personal. En torno a estos dos polos se aglutinan términos como los citados arriba, todos ellos de naturaleza pragmática: por un lado normal, conceptual o definitorio; por otro, perceptivo, de experiencia inmediata o afectivo. Las ventajas de este criterio parecen grandes; sin embargo, de nuevo aquí observamos que no sería aplicable a los adjetivos deverbales. Así, la validez del mismo queda suspendida si pensamos en un adjetivo como abierto: tras haber ejecutado la acción de abrir, el hablante no es libre de elegir entre uno de los dos verbos estativos, sino que únicamente estar supone la opción correcta24. Al margen de la tabla mostrada, podemos indicar que existen autores que se enfrentan a este fenómeno desde la teoría de las valencias; concretamente desde los postulados de Davidson (1967). Como se sabe, esta teoría defiende que cada evento posee una estructura argumental concreta, la cual determina diferentes papeles semánticos como agente, paciente, causa, etc. Pues bien, dicho autor añade a este inventario el llamado argumento eventivo. Estas ideas son aplicadas por Kratzer (1995) a la estatividad, de manera que los estadios (estar) también incluirían dicho argumento eventivo. Esta cuestión es sin embargo controvertida, ya que dificulta la distinción entre predicados dinámicos y estáticos. Autores como Marín (2013) y Maienborn (2005) se hacen eco de ello y aportan argumentos al respecto25. |
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Esta última autora justifica el uso de estar desde criterios pragmáticos, ya que introduce una presuposición en el plano del discurso. Dicha presuposición se obtiene según Maienborn (2005: 172) al comparar diferentes momentos temporales o diferentes partes de una dimensión locativa; pero también cuando dicha comparación no es accesible. Esta propuesta es sin embargo difícil de sostener, ya que el primer criterio contradice al tercero, quedando el segundo en un lugar poco ventajoso dentro del trinomio: ¿Cómo podemos enjuiciar un enunciado como El niño está alto, ya que no remite a la locatividad y puede tratarse de una persona conocida o no? Así las cosas, una vez revisadas las propuestas de diferentes autores y habida cuenta de las dificultades teóricas que surgen a la hora de hacerlas extensivas a los datos lingüísticos, en el apartado siguiente desarrollaremos una teoría que se ajuste de manera adecuada al objeto de estudio que nos ocupa. 4 Hacia una descripción simplificada4.1 El contenido de verdadEn la figura 2 hemos ilustrado la relación que poseen los estadios locativos con los atributivos. Hemos determinado que estos últimos implican una transición (a partir de predicados télicos) que queda de manifiesto mediante el empleo de adjetivos participiales. Hemos mostrado también que en este caso sólo entra en juego el verbo estar. La cuestión que nos ocupa ahora es detallar lo que ocurre cuando los adjetivos no-participiales (guapo, grande, pobre, fácil, gordo, joven) aparecen con el verbo estar. Como acabamos de ver en el apartado anterior, este tipo de adjetivos se combinan igualmente con el verbo ser. Pues bien, en este caso el fenómeno no puede explicarse únicamente desde la aspectualidad, ya que se le superpone un componente modal importante. Para comprender esto, es necesario acudir a las ideas de Lyons (1977): se trata de considerar el contenido de verdad de un enunciado. Esto es, mediante una oración como Está lloviendo el hablante pretende comunicar que existe una correspondencia absoluta entre dicha información y la realidad extralingüística26. Sin embargo, en la lengua existen muchos mecanismos para reducir el compromiso con el contenido de verdad de la aseveración: el subjuntivo (No creo que esté lloviendo), las formas de futuro (Estará lloviendo) o las perífrasis modales (Tiene que estar lloviendo), entre otros. |
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Esto es lo que se conoce bajo el nombre de modalidad epistémica27. Pues bien, nuestra tesis aquí es afirmar que la combinación de estar con adjetivos no-participiales debe ser incluida en este inventario. Comparemos ahora los siguientes ejemplos:
En el primer enunciado el hablante interpreta que se ha producido un proceso que ha modificado el color del cielo. Esto equivale a disociarlo del azul, ya que se considera que el cielo no poseía esta propiedad. En el segundo, por el contrario, no se observa nada de esto. Evidentemente se trata de cambios que no están codificados lingüísticamente (dado el carácter no-participial del adjetivo), sino que provienen de una información extralingüística como puede ser nuestro conocimiento del mundo: los atardeceres, las oscilaciones de la atmósfera, etc. Aquí entra en juego, por tanto, la pragmática. Esta lectura pragmática no es accesible directamente, sino que surge lógicamente a partir de la interpretación semántica de los enunciados. Para explicarlo mejor, recordemos las figuras 4 y 6. Ahí hemos mostrado que los estados del nivel de los individuos (con ser) exigen no sólo que un enunciado sea cierto en el momento del habla, sino también en otro instante anterior al mismo (figura 6). Pues bien, dichas condiciones de verdad se refieren al ejemplar, pero no tienen por qué hacerse también extensibles a la clase a la que se adscriben: si una entidad x pertenece a una clase ahora, no es obligatorio que haya pertenecido a ella antes. Lo podemos representar de la siguiente manera: Figura 7. El contenido de verdad en los predicados del nivel de los individuos. |
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De los niveles de representación A y B ya hemos hablado. Si observamos bien, en los dos siguientes aparece la negación en la columna central (aseveración), ya que se niega la propiedad designada. En el caso de D ejemplificamos el hecho de que una entidad pueda adquirir el color azul. Pues bien, si confrontamos el nivel D con el nivel A constatamos que, aunque de naturaleza diferente, la información acerca del momento del habla es idéntica: en ambos casos se posee la propiedad designada. Sin embargo, la información relativa a un momento anterior al mismo es contradictoria, ya que no se sabe si la entidad era azul o no era azul realmente. Así surge el valor epistémico al que ya hemos aludido: el hablante no emite un juicio tajante, sino que se compromete vagamente con la veracidad del enunciado28. La semántica de la oración (13) puede ser sintetizada de la siguiente manera:
Figura 8. Modalidad epistémica con el verbo estar. La lectura pragmática de cambio se basa por tanto en asignar un esquema de telicidad a un adjetivo no-participial, lo cual se interpreta como el paso de no-estar azul a estar azul. Esto es, se considera que la fase que precede al habla está representada por un estadio negado. Dado que son numerosos los colores que comprenden el espectro, es difícil saber cuál era el color original; sin embargo queda claro que se consideran dos clases paralelamente: la de las cosas no-azules y la de las cosas azules. Observemos ahora los siguientes ejemplos:
El análisis de ambos enunciados es semejante al de los precedentes: en el primero de ellos se indica que el sujeto de la predicación pertenece al grupo de las personas delgadas; en el segundo, se trata de poner precisamente en duda la adscripción a dicho grupo. Sin embargo, a diferencia de (13), en el enunciado (16) sí se puede establecer con claridad el primer término del esquema binario: no-estar delgado equivaldría a estar gordo. Ofrecemos ahora la siguiente representación29: |
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Algunos autores como Camacho (2015) o Maienborn (2005) hablan de evidencialidad en lugar de modalidad. En efecto, el primero de los términos está relacionado estrechamente con el segundo, ya que remite a la fuente de información o a un saber comunicado. Como indica RAE & AALE (2010: 423), se trata igualmente de considerar la veracidad de una proposición aseverada30. Según estos autores, se trataría de la toma de conciencia (o evidencia inmediata) de una propiedad vinculada a una entidad determinada. A continuación citaremos dos pasajes:
Figura 10. El "uso evidencial" de estar según Camacho (2015) y Maienborn (2005). Como observamos, los análisis que realizan dichos autores distan del que planteamos nosotros aquí, principalmente por la mayor importancia que estos le otorgan al componente pragmático. |
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Al mismo tiempo no estaría claro de dónde viene la evidencialidad en el caso de existir un verbo dicendi subordinante (Ana dice que este jamón serrano está fenomenal)31. Pongamos ahora otros ejemplos:
Si aplicáramos únicamente el criterio de la "subjetividad" desarrollado por Falk (1979) no habría mayor dificultad en decir La casa está grande en referencia al ejemplo de (17), tal y como ocurre en (18). No obstante, vemos que esto no es así: en el segundo caso se establece una comparación con otro grupo de personas (el de los niños), información que no es accesible con relación a las casas. Algo similar ocurre al vincular la talla de la ropa con las medidas corporales:
En efecto, en el ejemplo (18) estar alto se explica porque se pone en duda que un niño pertenezca al grupo de las personas altas; mientras que en (19) se considera que el disfraz no ha de ser necesariamente grande. Ocurre aquí que se comparan diferentes grupos (personas y niños; personas y prendas de vestir), deshaciéndose el esquema binario del que se parte32. De esta manera se llega pragmáticamente a una lectura eventiva que está excluida en (17): las casas no pueden crecer. En este punto podemos interrogarnos por qué determinadas piezas léxicas no posibilitan una lectura epistémica como la mostrada en la figura 8. Veamos los siguientes ejemplos:
Observamos que no es posible una doble alternancia como era el caso de los anteriores enunciados: estar {policía/ católico} resultaría aquí anómalo. Obviando el hecho de que nos encontramos frente a un sustantivo y a un adjetivo respectivamente, podemos constatar que ambas piezas léxicas poseen un poder referencial restringido, ya que remiten únicamente a personas.
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